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18 noviembre 2021

Pancho Villa y sus Aviones A la Orilla

 
 

  • Prefirió el Caballo a un Avión
  • Muy Bragao pero Temeroso de las Alturas


Por: Ernesto Chávez Ramos

No cabe duda que en infinidad de familias llega a existir la presencia del hermano incómodo y no necesariamente dedicados a la política, como fue el caso de Hipólito Arango, hermano menor de José Doroteo Arango Arámbula a quien medio logró contagiar de cierta euforia su consanguíneo, suficiente para convencerle de comprar tres anticuados biplanos Wright Modelo B, un Biplano Curtiss de 2 plazas y un tipo híbrido construido por Christofferson, con el argumento de reorganizar la incipiente fuerza aérea de la División del Norte nada más porque los vio en una exhibición aérea en El Paso, Texas, sin importar que fueran modelos obsoletos y en malas condiciones.    


Previo a este suceso y todavía con  apoyo de las fuerzas Constitucionalistas, en febrero de 1914 Pancho Villa  también conocido como el Centauro del Norte  adquiere en reventa de la escuela de aviación John Bevins Moisant en Nueva York, sus  3 primero aviones  Blériot  con los que a querer o no da vida a la  fuerza aérea de la División del Norte en un esfuerzo por  recuperar territorios como Torreón y la zona de la Laguna en poder de  Victoriano Huerta. En junio del mismo año los Blériot piloteados por el estadounidense Edwin Charles Parsons y el francés Jefferson De Villa,  participaron en la toma de Zacatecas básicamente en vuelos de reconocimiento e informando las posiciones enemigas.


Los pilotos eran una especie de mercenarios que ofrecían sus servicios al mejor postor pero no contaban con el entrenamiento necesario porque no eran navegantes ni aeronaves de guerra, la muestra está en que Parsons, harto de exponerse al peligro, cruzó la frontera para reponer las piezas de un Blériot averiado en aterrizaje forzoso, se las envío a De Villa y no volvieron a saber de él.


A diferencia de Álvaro Obregón y Venustiano Carranza, la realidad es que a Pancho Villa  no le interesaban en lo más mínimo los aviones como parte de su estrategia de guerra y mucho menos viajar en ellos para combatir desde el aire posiciones enemigas; así como jamás le fue infiel a ninguna de sus decenas de esposas y amantes tampoco hubo deslealtad del Centauro hacia su yegua  7 Leguas con un avión.


Conquistador contumaz e irredento, contundente en la guerra y amoroso en las lides del corazón Villa por nada consideró el uso de aeronave alguna para deslumbrar a cada una de sus mujeres habida cuenta de los resultados obtenidos por el piloto  Newel M. McGuire, quien en su afán de motivar a las fuerzas villistas organizó un vuelo de exhibición  donde una ráfaga de viento derribó la nave perdiendo la vida el piloto.


Contrario a lo deseado por los estrategas entre los principales enemigos a vencer por la imberbe fuerza aérea Constitucionalista no se encontraba el ejército enemigo, el precio del noviciado lo cobró la inexperiencia de los pilotos para aterrizar en terrenos inhóspitos como el caso de Jack Mayes  a quien se le apagó la máquina de su  bimotor Curtiss   y chocó contra un muro de adobe mal ubicado en el aeródromo de Aguascalientes en presencia del Centauro.


Hombre bragao sin temor a las balas, forajido, líder revolucionario héroe de muchas batallas que abonaron para convertirlo en leyenda siendo él mismo su principal promotor de imagen ante el pueblo y medios de difusión sobre todo estadounidenses, Doroteo Arango ni el intento hizo por abordar alguno de sus aeroplanos, vaya, ni siquiera el Curtiss bautizado en su honor como Pancho Villa para no compartir el terror que se apoderaba de sus Dorados convertidos en alumnos de los pilotos norteamericanos. 


Voluntarios a fuerza volaban una vez y jamás fueron persuadidos de continuar el aprendizaje ni bajo amenaza de fusilamiento; decían los navegantes extranjeros que algún espíritu demoniaco se apoderaba de los aprendices por tanto vómito,  blasfemia y mentada de madre que proferían durante el adiestramiento en el aire y por el súbito cambio de actitud cuando al aterrizar parecieran expertos adalides del aire ante sus compañeros, curiosos preguntones sobre la experiencia de volar.


No era poseedor de una mente privilegiada pero sí reconocido por sus inusuales estrategias en el campo de batalla, Pancho Villa minimizaba la utilidad de las aeronaves sin darse cuenta que solamente mostraba su total ignorancia respecto al comportamiento de la aviación. Obcecado con sus ideas y la cerrazón generada por ignorancia cultural y militar, no le permitían entender por qué la neblina obligaba a los aviones a permanecer en tierra mientras él cabalgaba largas distancias sin mayor contratiempo en 7 Leguas o alguno de sus corceles favoritos.


Evidentemente entre su machismo y el exceso de amor por esa imagen cincelada personalmente golpe a golpe ante las féminas y el rudo liderazgo ejercido en el oficio de la guerra, es que nunca de los nuncas reconocería su miedo a las alturas y a la aparente fragilidad de las aeronaves en las que varios pilotos habían encontrado la muerte irremediablemente.


Porque no era lo mismo derrapar un caballo frente a sus Dorados al pasar lista de presentes, desmontar al galope o dejarse caer de un corcel para no ser alcanzado por  fuego enemigo, que agarrarse a balazos de aeroplano a aeroplano con rifles o pistolas entre pilotos de ambos bandos escenificando interesantes batallas aéreas como aquellas entre Philip Rader desde el Christofferson de Villa y Dean Ivan Lamb en su Curtiss representando al bando carrancista. Jamás se hicieron daño, ambos agotaban las cargas de sus armas y el combustible para luego despedirse agitando las manos en señal de hasta luego. Al fin mercenarios del aire, poco tiempo después de sus breves encuentros en cielos mexicanos Rader y Lamb emigraron a Inglaterra para combatir en el mismo bando con la Royal Flying Corps contra los alemanes; así era y sigue siendo la guerra.


Aquellos primitivos aeroplanos despertaron el asombro de los lugareños en las poblaciones donde llegaban pero no lograron ganarse la confianza de José Doroteo Arango, ni de Pancho Villa como tampoco del Centauro del Norte, tres personalidades en una sola persona que jamás siquiera para la foto subió a una rudimentaria aeronave de aquellos primeros tiempos de la aviación.


Las diferentes versiones cuentan que aquella frase de: “Ahí viene Pancho Villa con sus viejas a la orilla”, por un lado obedecía a su fama de mujeriego que siempre estaba acompañado por aquellas mujeres que le perseguían. Otra historia dice que su escolta la encabezaban dos mujeres quienes siempre marchaban a sus costados; como sea, jamás se pudo referenciar a la aviación: “Ahí viene Pancho Villa con sus aviones a la orilla”.